terça-feira, 13 de agosto de 2024

Jesús hablando al corazón de las hijas de María - 30º Capítulo

 

Una hija de María debe estar cerca de ella

    I. Hija mía, desde el principio te he dicho que, si quieres ser agradable a María, debes considerarla siempre como tu Madre, amarla tiernamente y confiar plenamente en ella. Aquí está ahora la amable invitación que te hace tu Madre amabilísima: que nunca te apartes de ella, que acudas muchas veces a su intercesión; en una palabra, que te relaciones con ella como una hija con su Madre. ¿Qué responderás? ¿Podrás negar a María este testimonio de tierno amor? ¿No te parece razonable pensar continuamente en aquella que no cesa de pensar en ti y cujos ojos maternos están atentos a todas tus necesidades? ¡Ah! ¿Qué cosa puede ser más dulce para una hija que estar en la compañía de su madre? ¿Qué hay más agradable que conversar con la Reina de los Cielos, con la más amable de todas las criaturas puras? ¿Qué podría ser más útil también para tu avance en la virtud que pensar continuamente en María? Si siempre la tienes presente en tu memoria, ¿podrás comportarte con ella de otra manera que no sea como una buena hija? Y viendo María que recurres a ella constantemente con una confianza ilimitada, ¿será posible que no aleje de ti todo peligro y que no bendiga todas tus acciones? ¡Ah! Hija mía, valórate por tributar a María este obsequio, que le es tan agradable y para ti tan provechoso.

    II. Por la mañana, cuando te levantes, que tu primera ocupación sea saludar con un acto de amor a María, tu Madre, que te guardó durante la noche, y pedirle que te guarde durante el día. Piensa en ella en tus oraciones, para ofrecerlas con mis méritos a mi divino Padre. Recomiéndale tus asuntos más importantes, bésale amorosamente la mano y no la dejes sin antes haber recibido su bendición maternal. Cuando comiences el trabajo, invoca a María para que te ayude a hacerlo bien. Cuando termines, dirígete nuevamente a María para que lo ofrezca a mi divino Padre, en unión con mis trabajos. En medio de tus ocupaciones y diversiones, eleva muchas veces el corazón a María, y en breves pero fervorosas jaculatorias, dile que la amas, súplicale que te asista y te salve. Cada vez que salgas de tu habitación o entres, saluda a tu Madre y pídele que te bendiga. Si tienes tiempo, entra en una iglesia y haznos una visita, a mí y a mi Madre. Si en tu camino encuentras una imagen de la Virgen, saluda en ella a tu Madre que está en los cielos. Por la noche, antes de acostarte, recomiéndate nuevamente a María, para que te obtenga el perdón de las faltas que te hayan escapado durante el día, pídele que te guarde durante la noche, y luego descansa dulcemente en sus brazos.

    III. En una palabra, tu comportamiento con María debe ser el de un hijo con su madre. En tus trabajos recurre a ella para que te ayude; en tus dudas y perplejidades, para que te esclarezca; en tus penas recurre a María para que te consuele; en tus temores recurre a María para que te calme. Si eres tentada, recurre de inmediato a María para que te defienda; si caes en algún pecado, lánzate inmediatamente a los pies de María para que te levante y cure tu mal; si recibes algún favor del cielo, ve de inmediato con María, para que ofrezca acciones de gracias a mi divino Padre, y para que te obtenga la gracia de aprovechar ese beneficio. Si de este modo mantienes a María siempre en tu pensamiento, si a ella recurres frecuentemente, ¡oh! ¡Cómo transcurrirán felices tus días! Avanzarás cada día en el amor a María; ella te protegerá cada vez más; te llenarás de nuevos favores; harás progresos diarios en la virtud y en la santidad. ¿Qué más puedo decirte?

FRUTO
    Promete pensar muchas veces en tu santa Madre e invocarla en todas tus acciones. Perseverando, poco a poco te acostumbrarás a esto. Ten siempre contigo, en la medida de lo posible, una imagen de María que te recuerde a ella. Y sigue el consejo de santo Alfonso de Ligorio, que casi no dejaba pasar un solo momento sin volver sus ojos con tierna afección hacia una imagen de María. Hoy, antes de comenzar tus principales acciones, reza una Ave María y repite esta salutación siempre que oigas dar la hora.

AFECTOS
    ¡Oh María! ¿Quién no admirará vuestra inefable bondad? ¿Quién no amará a una Madre tan tierna y benefactora? Vos deseáis que piense continuamente en vos, para no cesar de amaros; y queréis que recurra frecuentemente a vos, para experimentar sin cesar los efectos de vuestro amor maternal. Bien se ve, oh Madre amantísima, que tenéis vuestro deleite en habitar con los hijos de los hombres; porque, si no fuera así, ¿cómo, desde el trono de vuestra gloria, os dignaríais bajar vuestros ojos hacia esta miserable pecadora y invitarme a poner en vos la más ilimitada confianza? ¡Ah! Querida Madre, siempre os llevaré en mi corazón, y será mi más dulce consolación recordaros en todos los instantes de mi vida; pero, os ruego, no permitáis que me aparte de esta importante resolución.

ORACIÓN JACULATORIA
"Madre bendita, obtenme la gracia de nunca olvidarte."

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