Una hija de María debe celebrar dignamente sus fiestas
I. Si en algún momento son aceptados para María los obsequios de sus hijas, es sin duda en los días memorables en que el Altísimo la colmó de las gracias más destacadas. Entonces, principalmente, ella desea que sus sentimientos sean compartidos, que participen en su alegría, que le den pruebas singulares de su amor. De hecho, considera cómo mi Iglesia, con el esplendor de sus solemnidades, invita a todos los fieles a rendir un culto especial a María en tales ocasiones. Los ángeles y santos extreman sus transportes y hacen resonar los cielos con himnos de alabanza en honor de su amada Reina. Por eso, hija mía, si deseas hacer algo agradable a María, tu Madre, celebra siempre con particular devoción todas sus augustas solemnidades. Mira cómo, entre todos sus hijos, los más queridos se esmeran en ofrecerle dádivas mientras representan sus necesidades. Saben que las fiestas de la Virgen son días de gracias y bendiciones en los que María no niega nada a sus hijos, y en los que ella misma se excede en generosidad. Así, todos se esfuerzan en ganar la benevolencia de su Madre para recibir de ella favores más singulares. Feliz de ti si sabes unirte a sus hijos predilectos.
II. Si deseas celebrar dignamente las fiestas de María, prepárate para ellas con una novena. ¿Qué hace un hijo cuando se acerca el cumpleaños de su madre, en el que espera recibir algún regalo? Se esmera en cumplir exactamente todos sus deberes, se cuida de no causarle ningún disgusto, hace todo lo posible para contentarla. Tú también, durante los días que preceden las fiestas de María, tu Madre, procura no cometer ningún pecado, ni siquiera venial; pon todo tu cuidado en corregir tus malos hábitos; sé más devota en la iglesia, más recogida en la oración, más exacta en el cumplimiento de tus deberes. Al mismo tiempo, no dejes de encomendarte a ella y de exponerle tus necesidades mediante visitas frecuentes, jaculatorias o elevaciones del corazón. Esfuérzate por practicar diferentes actos de mortificación y virtud para formar con ellos un ramillete de flores fragantes que le ofrezcas en el día de su festividad. Si te preparas así para la celebración de las fiestas de María, ¿cuántos favores especiales no recibirás de tu buena Madre?
III. Pero, ¿qué obsequios le tributarás en el propio día de su festividad? El primero será el cuidado de purificar tu alma de las menores manchas, en el sacramento de la penitencia, y acercarte a mi sagrada mesa para unirte más íntimamente conmigo. Después de esto, ofrece mis méritos a mi eterno Padre en acción de gracias por los notables dones que otorgó a mi Santísima Madre; renueva la oración de todo tu ser a María, agradece los beneficios incalculables que hasta hoy no ha cesado de prodigarte; pídele perdón por las faltas cometidas en su servicio, y gracia para amarla y servirla en el futuro con más fervor; finalmente, dedica una buena parte del día a meditar sus grandezas, celebrar sus alabanzas y dirigirle oraciones; tales son, hija mía, las homenajes que debes rendir a tu dulce Madre en las festividades instituidas en su honor. ¡Oh, con qué bondad aceptará ella estos actos si provienen de un corazón inflamado en su amor! ¿Qué podría negarte? ¿Cuántas gracias, cuántos favores podría obtenerte el Señor? Aprovecha, pues, estos tiempos de gracias y bendiciones.
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