terça-feira, 13 de agosto de 2024

Jesús hablando al corazón de las hijas de María - 27º Capítulo

 

Una hija de María debe rezar asiduamente el rosario o el oficio de Nuestra Señora

        I. Hija mía, así como no pasa un día en que María no te llene con sus celestiales favores y en que no necesites su protección maternal, también no debe pasar un día en que dejes de ofrecerle un tributo duplicado de alabanza y oración. Para este fin, no hay nada mejor y más agradable para María que rezar su oficio o el rosario o el tercio. No debe pasar un solo día en que no le ofrezcas a tu dulce Madre este testimonio de tu reconocimiento y piedad. ¿Acaso no tiene ella derecho a esperar este acto de amor, que le es tan agradable y que es tan ventajoso para ti misma? Y en cuanto al oficio, dime, hija mía: ¿no te parece que para una buena hija sería una ocupación muy dulce celebrar los elogios de su amada Madre? ¿Y qué función más noble y agradable que la de competir en la tierra con los ángeles y santos en el Paraíso, y unir tu voz con los cánticos celestiales que ellos no cesan de entonar en alabanza de su muy amada Soberana? ¡Ah! Considera cuánto se regocijará con esos elogios si salen de un corazón todo inflamado en amor, si los pronuncias no solo con los labios, sino con piadosa atención. ¡Piensa con qué bondad la Virgen acogerá tus oraciones!

        II. En cuanto al rosario, bien sabes que fue la propia Virgen quien lo instituyó. Los misterios que se meditan en él, si los ponderas con atención, no pueden dejar de excitar en ti amor y confianza. La oración dominical (el Padre Nuestro) que diriges a mi divino Padre, unida a mis méritos e intercesión de María, no puede dejar de ser escuchada favorablemente. La salutación angélica (Ave María) que tantas veces repites para congratularte con la Santísima Virgen por las gracias que Dios le ha concedido, no puede dejar de serle muy agradable, haciendo dulce violencia a su corazón y tornándola propicia ahora y en la hora de la muerte. Todo en esta devoción está destinado a avivar la piedad y atraer sobre ti el rocío de las bendiciones celestiales. ¿Y quién podrá contar el gran número de aquellos que, al haber perseverado en hacer este obsequio a María, rezando el tercio diariamente, salieron del tenebroso camino del pecado? ¿Cuántos han reformado su vida, cuántos han alcanzado la salvación eterna? ¿Y por qué no deberías querer ofrecer a María todos los días este grato obsequio que te será tan ventajoso? ¿No es esta consideración suficiente?

        III. ¿Aún darás por excusa la falta de tiempo? Pero, dime, ¿en qué empleas el tiempo que sobra de tus ocupaciones? De tantas horas que pierdes en entretenimientos superfluos y en conversaciones vanas, ¿no podrías, con solo un poco de voluntad, dedicar una pequeña parte de estas horas a rezar el tercio o el oficio menor de María Santísima? ¡Ah, hija mía, una hija siempre encuentra tiempo para conversar con su querida Madre! Si amas verdaderamente a María, verás que el tiempo para hablar con ella, lejos de faltarte, te sobrará. Muchas personas en tu condición saben encontrarlo; muchas aún más ocupadas que tú lo encuentran sin faltar a los deberes de su estado. Tú misma lo encontrarás, si tienes verdadera voluntad. Así que toma el piadoso hábito de rezar todos los días el tercio y el oficio de la Virgen, o al menos uno de ellos; sé constante en ello y verás cómo tu bienaventurada Madre sabrá recompensarte generosamente este obsequio diario.

FRUTO
        Toma la resolución de rezar todos los días el oficio o el tercio de Nuestra Señora. De estas dos devociones, elige la que más te agrade, y luego no dejes de practicarla. Fija desde ya la hora que te sea más cómoda para esta piadosa ocupación, de manera que no te veas obligada a omitirla. San Carlos Borromeo, en medio de las ocupaciones de su cargo, no dejaba pasar un solo día sin rezar de rodillas el oficio de la Santísima Virgen. Todos saben el inmenso bien que San Domingo hizo en la Iglesia al propagar la devoción del rosario, que de la misma Virgen había recibido. Empieza desde hoy a rendir a María el homenaje de una u otra de estas prácticas, con la intención de ganar numerosas indulgencias que están anexas a ellas.

AFECTOS
    ¡Y cómo me atrevería, oh querida Madre! A no ofreceros diariamente mi filial homenaje, yo que recibo de vos tantas gracias y que tanto necesito de vuestra protección? ¿Cómo podría ser tan ingrata para con vos y conocer tan poco mis propios intereses, que perdiera tiempo en conversaciones vanas, en entretenimientos inútiles, sin reservar una parte para hablar con vos, para celebrar vuestros elogios e implorar vuestro socorro, rezando vuestro oficio o vuestro rosario? ¡Ah! No tendría ánimo de llamarme vuestra hija si rechazara complaceros en algo tan fácil y tan suave. Prometo, pues, no dejar pasar un día sin ofreceros una u otra de estas dos prácticas que tanto os agradan. Alcanzadme la gracia de ser fiel a esta resolución y de cumplirla de manera que pueda merecer vuestra amable protección durante mi vida y en la hora de mi muerte. Así sea.

ORACIÓN JACULATORIA
"Virgen Sagrada, dignaos permitir que publique vuestros alabanzas."

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