terça-feira, 13 de agosto de 2024

Jesús hablando al corazón de las hijas de María - 9º Capítulo

 

Amor que María tiene hacia sus hijas

        I. Si María te amó así, si te colmó de beneficios, si tanto sufrió por ti, cuando tú aún no existías, o cuando solo le pagabas con ingratitud, ¿qué será si le correspondes con amor? ¡Ah! Hija mía, ¿acaso una Madre como María no corresponderá a tu amor con la más viva y tierna afectividad? Sabes lo que el amor puede sobre el corazón de las personas, incluso sobre los más perversos. No hay corazón tan duro que no se sienta inclinado a querer bien a aquellos que le hacen bien. ¿Qué no hacen dos amigos para demostrar su afecto mutuo? ¿Qué ternura no siente una madre por un hijo que solo busca agradarle y honrarla? Y María, la Madre del amor hermoso; María que de mí recibió el corazón más tierno, el más afectuoso y amante; María que no podría desear mal a su más mortal enemigo; María, tu buena Madre, ¿no tendrá entrañas cariñosas para una hija que se desvela por agradarle? María conoce a quienes le son devotos; desde el sublime trono en que está sentada, los mira con benignidad; por grande que sea su dignidad sublime, no deja de amar tiernamente a quienes la aman. Mira qué demostraciones de amor ha dado a aquellos hijos suyos que más ternura le han mostrado; y por ellas juzga el amor que te tendrá, si sigues el ejemplo de tales hijos.

        II. Nada puede igualar el amor que María tiene hacia sus hijos; ¡tan grande es la bondad y ternura del corazón de esta Madre! Ámala como la han amado sus hijos más dedicados; ámala como amaría a la hija más amante; sea ella tu querida señora, tu Madre dulcísima, tus más queridas delicias, a quien más ames después de mí; deja que tu corazón arda con el más ardiente amor por ella; disponte a hacer o a sufrir por ella todo lo que haya de más arduo, y, si es necesario, a dar tu propia vida por su amor: nunca, ni con los más generosos esfuerzos, llegarás a amarla como ella te ama, porque te abraza con amor invencible, y porque su amor crecerá siempre tanto más cuanto más la ames. -Ahora ve si es posible encontrar una Madre más tierna, una señora más amable que María.

        III. ¿Qué contento? ¿Qué alegría no debes sentir al pensar que tu Madre es la más bella, la más santa, la más noble, la más amable de todas las criaturas! ¡Y la Reina de los ángeles, la soberana del cielo y de la tierra, la Madre de Dios! Y, con tales prerrogativas, ¿no se digna contarte entre sus hijos? ¡Te ama y siempre te amará con el más tierno amor, siempre y cuando tú no dejes de amarla y honrarla! - ¿No debería la simple memoria de María hacer sentir en el corazón las más tiernas delicias y las llamas del más ardiente amor? ¡Oh, qué feliz eres por tener una Madre tan amada y al mismo tiempo tan amante! ¿Dónde encontrarás después de mí una consolación más tierna en tu exilio sobre la tierra, un alivio mayor en tus penas y amarguras, un objeto más deseable entre todas las criaturas? - ¿Y por qué no romperás de una vez con la vanidad y la mentira para entregarte por completo al amor de María? ¡Ah! Experimenta, y verás qué tesoros inagotables de dulzura están reservados para quienes la aman.

FRUTO

        Si quieres que la Santísima Virgen te ame con un amor de predilección, hazte profesionalmente dedicada a ella, y puedes estar segura de que María tendrá contigo toda la ternura de la Madre más cariñosa. San Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús, en un arrebato de su amor hacia María, le dijo con humilde confianza que bien sabía que ella lo amaba tiernamente, pero que no podía creer que esa ternura igualara su amor por ella. Pero la Virgen le hizo conocer cuánto se equivocaba, y que había menos distancia entre el cielo y la tierra que entre los amores de ambos. - Hoy, por amor a María Santísima, prívate en tus comidas de los manjares que más te gusten.

AFECTOS

        ¡Oh Madre del amor hermoso! ¡Oh mi Madre dulcísima, ay! ¡Qué poco te conocí y te amé hasta el día de hoy! ¡Ah! Si te hubiera amado, como te aman tantas de tus hijas, habría encontrado en ti la consolación, el placer puro y verdadero que nunca me pudieron dar las criaturas, a las cuales tuve la desgracia de dedicar mis afectos, y ahora tendría la inestimable ventura de ser amada por ti con amor especial, en lugar de solo haber merecido tu desprecio. ¡Ah! Madre clemente, tú ves el dolor que siento por no haberte amado siempre, ves mi sincero deseo de amarte en el futuro. No me niegues, pues, la gracia de recibirme entre el número de tus hijas queridas: al menos vuelve tus ojos misericordiosos hacia mí.

ORACIÓN JACULATORIA

"¡Vida, Dulzura y Esperanza mía, salve!"

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