terça-feira, 13 de agosto de 2024

Jesús hablando al corazón de las hijas de María - 10º Capítulo

 

Amor que María tiene hacia sus hijas, aunque hayan sido pecadoras

    I. Bienaventurados, sin duda, los que aman de todo corazón a su dulce Madre, María Santísima, porque estos serán amados por ella tiernamente. Pero, —quizás digas— ¿cómo podemos esperar ser amados por María, después de haber sido tan indiferentes con ella, después de haberle causado tanto desdén con nuestras innumerables infidelidades? ¡Ah! Querida hija, si realmente deseas amarla como ella merece ser amada, no temas, porque sigue siendo tu Madre; y, en esta calidad de Madre, no dejará de amarte, por mayor que haya sido tu ingratitud hacia ella. ¿Acaso una Madre puede olvidarse de que lo es, al punto de no compadecerse de su hija y no querer recibirla con bondad cuando la busca, poseída de un profundo arrepentimiento? ¿Podrías pensar tal cosa de la más pura y amante de todas las madres? ¿No ves que, si pensaras así, harías una gran injuria a su bondad y misericordia? ¡Ah! Deja de pecar y te aseguro que encontrarás en María más desvelo en amarte de lo que es posible encontrar en todas las madres del mundo reunidas.

    II. Los dolores que María sufrió cuando te tuvo bajo su cuidado en el Calvario fueron tan grandes que tus pasadas ingratitudes no pueden enfriar ahora su amor. No, no es posible que una Madre, que llevó su amor hasta el extremo de sacrificar mi propia vida por tu eterna salvación, vida que le era infinitamente más cara que la suya, te aparte de su seno y se niegue a recibirte en el número de sus hijas cuando desees sinceramente amarla. Si lo hiciera, desconocería el precio infinito de mi sangre. ¿No derramé Yo mi sangre por todos en general, y por ti y cada uno en particular? ¿No morí por ti, así como por todos? ¿Y por qué no amaría la Virgen también a ti, que fuiste, como todos los demás, redimida con mi sangre? ¡Ah! Ella nunca se niega a amar a quienes la aman, sea cual sea la vida que hayan tenido; al contrario, es ella misma quien se adelanta a quienes desean ser sus hijos. ¿Y cuál será la razón de tantos favores con los que te ha favorecido hasta hoy, a pesar de tu indignidad, sino querer que la ames, para que pueda seguir demostrando su amor hacia ti?

    III. Tu caritativa Madre sabe cuánto siempre he amado a los pecadores, cuánto he recomendado a mis discípulos que se amen unos a otros; sabe que les declaré formalmente que no podían amarme si no amaban a sus hermanos, y que su amor hacia mí sería valorado por el amor que tuvieran unos a otros. ¿Cómo, pues, María, que siempre me ha amado y tanto me ama, dejaría de amarte por haber sido pecadora? ¿Y qué no hicieron por amor a los pecadores los apóstoles y todos los santos que me amaron tan ardientemente? No solo los recibían con bondad y los abrazaban con ternura cuando los veían arrepentidos, sino que también no cesaban de orar, gemir y atormentarse cuando no lograban traerlos a mis brazos: bienes, salud, la propia vida, todo sacrificaban por la salvación de los pecadores. Y María, que por sí sola me tiene más amor que todos los santos juntos; María, a quien constituí Madre de misericordia; María, a quien os di a todos por hijos antes de expirar; María, tu Madre, ¿podría acaso negarte su amor? ¡Y no observas la ternura y bondad que muestra todos los días a los pecadores, tan pronto como a ella recurren con la oración, e incluso a veces, antes de haber recurrido? ¿Qué no hará por ti ahora, si solo deseas amarla y agradarle? ¡Ah! Ven a mí con sincero arrepentimiento, ama a tu dulce Madre con amor verdaderamente filial, y verás cuántos cariños maternales tiene para contigo.

FRUTO
En la sinceridad de tu corazón, proponte desde ahora darle a María evidentes pruebas de tu amor, mediante prácticas que le sean agradables, y principalmente con una conducta regular. Si lo haces, no dudes de que la Virgen te amará como a sus hijas más queridas, y se olvidará por completo del pasado. Santo Ignacio de Loyola tuvo por mucho tiempo una vida poco devota; pero, desde que sinceramente se convirtió a Dios y dio su corazón a María, ella lo favoreció con las gracias más singulares. Lo mismo se cuenta de infinidades de otros santos. —Hoy di tres veces el Magnificat en honor a María, pues ella te ha llamado a su amor.

AFECTOS
¡Oh Madre de misericordia! ¡Madre clemente! ¿Puedo esperar ser amada por ti con la más tierna afectividad, siempre que tenga el firme propósito de, en el futuro, amarte y honrarte como a Madre? ¡Oh, qué grande es mi felicidad! ¡Cuánta alegría me causa esta dulce esperanza! ¡Ah! Si no temiera presumir demasiado, te diría que nadie desde ahora te amará más que yo; tanto deseo amarte y ser enteramente tuya. Pero, ¿cómo puedo esperar, sabiendo mi inconstancia? ¡Quizás solo haya que esperar de mí ingratitud e infidelidad! ¡Ah! Virgen dulcísima, tú puedes obtenerme lo que yo de mí misma no puedo esperar. Acepta el deseo que tengo de amarte; y, como prenda de singular afecto que aún puedo esperar de ti, obténme la gracia de que este deseo jamás se debilite.

ORACIÓN JACULATORIA
"¡Oh María! ¡Oh Virgen Clemente! ¡Oh Virgen piadosísima! ¡Oh Virgen dulcísima!"

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