terça-feira, 13 de agosto de 2024

Jesús hablando al corazón de las hijas de María - 16º Capítulo

 

María obtiene para sus hijas la perseverancia final

    I. Muchas personas entran en el camino de los mandamientos divinos; pero de ellas pocas perseveran hasta la muerte. La debilidad del hombre es tan grande que no puede estar seguro de seguir hasta el final el tipo de vida que una vez trazó. ¡Cuántos, de hecho, después de haber caminado esforzadamente en el camino de la virtud, han caído finalmente de manera miserable, para nunca más levantarse! ¡Cuántos creyeron haber llegado ya al puerto de la salvación eterna y, al final, naufragaron! La perseverancia final en el bien, hija mía, es uno de esos dones gratuitos que Dios no debe a nadie, pero que concede a quien le plazca y a quien continuamente se lo pide. Ahora bien, ¿de qué serviría empezar bien la obra de tu santificación si luego la abandonas? No son los que empiezan bien los que serán salvados, sino los que perseveran hasta el fin. De aquí puedes evaluar la dificultad y la importancia de esta perseverancia final, de la cual depende tu suerte eterna. Pero el favor tan singular de esta perseverancia lo obtendrás si siempre amas a María, tu Madre, pidiéndole sin cesar que te lo obtenga de Dios. María no dejará de interceder por ti, su hija predilecta, implorando a Dios las gracias eficaces que necesites para perseverar en el bien; y Dios, por amor a María, no podrá negárselas. Tal es, hija mía, la inestimable ventaja que puedes obtener del amor de María, tu buena Madre.

    II. ¿Quién podrá apartarte de tus santas resoluciones si la Virgen te protege y ama como a su hija? María, con su poderosa mediación, alentará tu debilidad natural, debilitará tus malos hábitos, amortiguará el fuego de tus pasiones, te levantará de tu tibieza, fortalecerá tu timidez, reanimará tu fe, y tu esperanza será fervorosa. — Te librará de los enormes peligros que te rodean por todas partes; ordenará a sus ángeles que te guarden en todos los caminos, y ellos con sus propias manos te sostendrán, para que no tropieces en algún obstáculo. — ¿Será la ira de tus enemigos? María en su protección te dará un escudo; será para ti esa invencible torre de David, fortificada con toda clase de armas. María será para ti lo que, en el desierto, eran para los israelitas la nube y la columna de fuego; te precederá de día y de noche en tu peregrinación sobre la tierra; te defenderá de los ardorosos deseos y alumbrará las tinieblas de tu ignorancia. En resumen: María será el astro benigno que te guiará a la patria celestial, a través de los escollos que se encuentran en el turbulento mar de este mundo.

    III. Si se levantan los tempestuosos vientos de la tentación en tu alma, si te encuentras en los escollos de las tribulaciones, fija los ojos en tu estrella, llama a María. En medio de los peligros, angustias y perplexidades, piensa en María, invoca a María. Pronuncia continuamente su nombre en tus labios, y en tu corazón esté siempre grabado el dulcísimo nombre de María. Si ella te protege, nada tendrás que temer; si ella te es propicia, llegarás al puerto de salvación.

FRUTO
    Toma de nuevo la firme resolución de dedicarte fervorosamente al culto de María Santísima, para que esta buena Madre te obtenga la perseverancia final. Tal era el consejo que San Felipe Neri no cesaba de repetir. Decía que la devoción a la Santísima Virgen era indispensable para empezar bien y muy importante para terminar bien. Así es; no dejes pasar un solo día sin pedirle la gracia apreciable de la perseverancia final; — y hoy, por esta misma intención, reza una Ave María cada vez que veas el reloj dar la hora.

AFECTOS
    ¡Oh Estrella del mar, María, Madre de la santa perseverancia! ¿Qué será de mí en medio de tantos peligros que amenazan mi salvación, de mí que soy tan débil, tan inexperta y tan frágil? ¿Perseveraré hasta la muerte en la observancia de los mandamientos divinos? ¿Llegaré al puerto seguro de la salvación? ¡Ah! No puedo recordar sin estremecer el desdichado fin de tantos otros más esclarecidos y fuertes que yo, y que, sin embargo, naufragaron. ¡Sois vos quien me ha de salvar, oh poderosísima María! Si soy constante en amaros y serviros, no puedo dudar de que me obtendréis la perseverancia final. ¡Ah! Recibid la oferta que os hago de mí misma. No permitáis que en ningún momento me aparte de vos durante el curso de mi vida pasajera. Sed mi luz, mi guía, mi salvación. Defendedme de las tentaciones, libradme de los peligros; tomadme bajo vuestra protección hasta que me conduzcáis sana y salva al puerto de la vida eterna. Así lo espero. Así sea.

ORACIÓN JACULATORIA
"Oh salvación de los que os invocan, salvadme."

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