terça-feira, 13 de agosto de 2024

Jesús hablando al corazón de las hijas de María - 14º Capítulo

 

María protege a sus hijas en la tentación

    I. La vida del hombre en la tierra es un combate. El demonio, como un león rugiente, anda rondando las almas para ver a quién podrá devorar; para no ser vencida, es necesario, hija mía, oponerle una animosa resistencia. No te engañes, si hasta ahora no has tenido que enfrentar los implacables ataques de este enemigo infernal; tarde o temprano, quizás cuando menos lo pienses, vendrá el tiempo difícil y peligroso de la tentación. ¡Feliz serás entonces si tienes a María a tu lado! Como Madre cariñosa, que siempre tiene los ojos fijos en ti, cuidará de que no caigas en el pecado, ni por la violencia de la tentación, ni por los artificios del enemigo. Siempre que recurras a ella prontamente, cada vez que te asalte el demonio, no dudes (¡ella es tan buena y tan poderosa!) que nunca permitirá que seas vencida, ni que recibas la menor herida; al contrario, la tentación será provechosa para tu alma. ¡Oh, cuánto debería esta consideración hacerte amar a María!

    II. ¿Cómo podría esta buena Madre desampararte en el momento de una prueba tan peligrosa, cuando se trata de tu vida espiritual? ¿Podría ella, que para ti es todo amor y desvelo, consentir que caigas en algún pecado mortal, que quedes reducida al más temeroso de todos los males, que es ser privada de la amistad de Dios, despojada de los preciosos dones de la gracia, excluida del derecho a la herencia celestial, digna, en fin, de la muerte eterna? ¿Podría consentir que yo fuera gravemente ofendido, crucificado de nuevo por una de sus hijas, y que tú, que ahora eres mi dulce amiga, mi tierna hermana, te convirtieras en mi enemiga declarada, y esto por la rabia envidiosa de nuestro enemigo común, que a toda costa quiere perderte? ¡Ah! Tu Madre amabilísima no sufrirá que le arranquen del seno a una hija tan querida, no consentirá que sea presa de la serpiente infernal una hija que en su Madre ha puesto toda su confianza. Sería para el demonio motivo de un enorme triunfo si lograra ganar la victoria sobre una hija de María: nunca la Reina del cielo sufrirá que este ángel soberbio le haga tal afrenta. — Trabaja en merecer su amor y protección con una piedad constante, sé pronta en invocarla con confianza, tan pronto como te veas atacada por la tentación, y verás cómo vuela en tu socorro, cómo te defiende de cualquier ataque, cómo te libra de todo peligro. ¡Ah! Si así lo hubieras practicado siempre, no tendrías que deplorar tantas desastrosas caídas.

    III. María es aquella mujer maravillosa con la que Dios, desde el principio del mundo, amenazó a la serpiente infernal, a la cual había de aplastar la cabeza. Y no solo lo hizo dando me nacimiento para la salvación del mundo, sino que así lo renueva todos los días defendiendo a sus fieles servidores contra los ataques de este enemigo del género humano. He aquí por qué él tanto teme la presencia de María. El demonio, como ladrón nocturno, busca asaltar tus almas con la ayuda de las tinieblas de la ignorancia o del sueño de la ociosidad: pero, en cuanto ve despuntar la brillante aurora de la protección de María, huye repentinamente, como si huyera aterrorizado de la muerte. ¡Oh, cuánto temen los demonios a María! Más rápido que la cera se derrite en el fuego, huyen ellos a la vista de María, y se sienten como fulminados, tiemblan, se estremece, se dispersan ante la simple invocación del nombre de María. Y así puedes concluir de aquí cuánto debes esperar de la protección de María, si la amas de todo corazón como Madre, y la invocas en cualquier tentación. Si ella es tu defensa y tu escudo, si protege tu vida, ¿qué debes temer? Aunque todas las potencias del infierno, rugiendo furiosas, se lanzaran contra ti, amenazando devorarte, nada te ocurrirá si invocas el dulce nombre de María, y ella viene en tu socorro. ¿Qué debes hacer, entonces, para que esta poderosa Madre te sea favorable, cuando de ella puedes esperar una victoria completa contra el demonio?

FRUTO
    Siempre que el demonio te tiente, especialmente contra la santa virtud de la pureza, invoca de inmediato a María, dile desde el fondo de tu corazón: Virgen María, ayúdame; Madre Santísima, no permitas que ofenda a Dios. Besar tiernamente su imagen y no dejes de recomendarte a ella, mientras la tentación no sea totalmente disipado. Si actúas así y tú misma no buscas la ocasión del pecado, ten por seguro que los demonios huirán aterrorizados. Santo Andrés Avelino fue forzado a soportar, en sus últimos momentos, tan terrible combate de parte de los demonios, que causaba miedo y compasión a todos los que lo rodeaban. Pero la bienaventurada Virgen María, a cuya imagen él volvía muchas veces los ojos pidiendo socorro, lo liberó, y el santo entregó serenamente su alma a Dios. Acércate hoy a una imagen de María, y besándola devotamente o apretándola contra tu corazón, dile muchas veces a tu querida Madre que te pones bajo su protección, para que te defienda en el momento de la tentación.

AFECTOS
    Ahora reconozco, ¡oh Virgen poderosísima!, que no me habría dejado vencer tantas veces por la tentación, si desde el fondo del corazón y con perseverancia hubiera tenido el cuidado de recurrir a ti. Me atrevo a esperar que ya me habrás obtenido el perdón de mis culpas pasadas... Pero el futuro me asusta. ¿Cuántos combates tendré que soportar aún? ¿Dejaré que me venzan como antes? ¿Seré tan ingrata que aún te olvide? ¡Ah, Madre amantísima, desde este momento tómame bajo tu poderosa protección, y haz que nunca me olvide de recurrir a ti cuando sea tentada!

ORACIÓN JACULATORIA
"Bajo tu protección, oh Santa Madre de Dios, vengo a refugiarme."

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