terça-feira, 6 de agosto de 2024

Mes del Corazón Inmaculado de María - Día 29

 

Oración inicial para todos los días

  • Por la señal de la Santa Cruz...

    Dios te salve, oh Purísima Virgen María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Ofrecedle, oh Santísima Madre mía, todos mis pensamientos, palabras y obras; todas las oraciones, súplicas y limosnas, todos los actos de piedad, mortificación y caridad que haré en toda mi vida y particularmente en este día. Alcánzame la gracia de hacer todo con tal pureza de intención y deseo de agradar a Dios, nuestro Señor, que me atraiga Su santa bendición. Todo lo consagro a tu Corazón Inmaculado, suplicándote que me alcances la gracia de que adore con él a la Santísima Trinidad y al Divino Corazón de Jesús, y al mismo tiempo, implore por él la gracia de mi conversión y la de todos los pecadores; oh Santísima Virgen María, ¡mi buena Madre! Guárdame siempre de toda culpa y ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte; y acógenos en tu maternal Corazón, y no nos sueltes de tu mano hasta introducirnos en la Patria celestial, donde podamos disfrutar de la vista del Señor y de tu compañía por toda la eternidad. Amén.

 

    Oh Inmaculada Virgen María, concebida sin pecado, acudimos a ti para que supliques al Eterno Padre que nos conceda el perdón de todos nuestros pecados. Dios te salve, María... Gloria al Padre...

 

    Oh Purísima Virgen María, concebida sin pecado, ¡afectuosamente te suplicamos que alcances de tu Divino Hijo Jesús la pronta conversión de todos los pecadores! Dios te salve, María... Gloria al Padre...

 

    Oh Santísima Virgen María, concebida sin pecado, ¡por tu clementísimo Corazón, pide al Espíritu Santo que nos inflame en Su divino Amor, para que todos perseveremos en la gracia del Señor hasta la muerte! Amén. Dios te salve, María... Gloria al Padre...


 Día 29
Corazón de María, refugio seguro para los pecadores

    La conversión milagrosa de San Pablo - “(...) El Señor dispuso que la conversión de Saulo fuera más admirable y gloriosa. Permitió que, incitado por Lucifer, en la ocasión de la muerte de San Esteban, Saulo se dirigiera al príncipe de los sacerdotes. Respirando fuego y amenazas contra los discípulos del Señor, que se habían dispersado fuera de Jerusalén, pidió autorización para traerlos presos a Jerusalén desde cualquier lugar donde los encontrara. (...) Inmediatamente le dieron a Saulo la comisión que pedía, especialmente para Damasco, donde corría el rumor de que algunos discípulos se habían refugiado. Preparó el viaje con funcionarios de justicia y algunos soldados para acompañarlo. El acompañamiento más grande y aparatoso era el de muchas legiones de demonios que, para asistirlo en esta empresa, salieron del infierno. Les parecía que con tantas precauciones acabarían con la Iglesia y que Saulo, a sangre y fuego, la devastaría. (...) Ninguno de estos hechos estaba oculto a la gran Reina del Cielo. Además del conocimiento y visión con que penetraba hasta el más mínimo pensamiento de los hombres y los demonios, los apóstoles le informaban todo lo que se hacía contra los seguidores de Cristo. (...) Esta situación fue motivo de gran sufrimiento para la piadosa Madre de la Gracia. Reflexionando con Su divina prudencia sobre la importancia de esa conversión, Se esforzó y confió nuevamente para pedirla y socorrer a la Iglesia. Postrada en la presencia de Su Hijo, hizo esta oración: “(...) ¿Cómo soportará Mi Corazón ver despreciado y pisoteado el precio de vuestra muerte y sangre? Mi Señor, si Me dais por hijos a los que generáis en vuestra Iglesia, y Yo los amo y miro con amor de Madre, ¿cómo podré consolarme al verlos oprimidos y aniquilados porque confiesan vuestro Santo Nombre y os aman con sincero corazón? (...) Confunde, Mi Hijo, la antigua soberbia de esta serpiente, que, orgullosa, se levanta nuevamente contra Vos (...), mirad cómo ha engañado a Saulo, a quien elegisteis para vuestro apóstol. Ya es tiempo, Dios mío, de que actuéis con vuestra omnipotencia y convirtáis aquella alma, de quien y en quien tanta gloria ha de resultar para vuestro santo nombre y tantos bienes para todo el universo.” María perseveró en esta oración durante mucho tiempo, ofreciéndose a padecer y morir si fuera necesario para socorrer a la Santa Iglesia y para la conversión de Saulo. (...) Su Hijo, que, a nuestro modo de entender, no pudo más resistir la fuerza de tal amor que hería Su Corazón, la consoló, la animó y accedió a Sus ruegos: “Mi Madre - le dijo - elegida entre todas las criaturas, haga Se vuestra voluntad sin demora. Haré con Saulo lo que pedís y lo pondré en condiciones de, prontamente, convertirse en defensor de Mi Iglesia, que persigue, haciéndose predicador de Mi gloria y de Mi nombre. Dentro de algunos momentos, el Señor apareció a Saulo cerca de la ciudad de Damasco, adonde se dirigía apresurado. (...) Saulo fue invadido interior y exteriormente por aquella luz que venció su corazón y sentidos. Sin poder resistir tanta fuerza, cayó del caballo y oyó una voz del alto que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué Me persigues? Respondió aterrorizado: ¿Quién eres Tú, Señor? Replicó la voz: Soy Jesús, a quien persigues. (...) Así como en pocos momentos, por su soberbia, Lucifer pasó de ángel a demonio, también la virtud de Cristo, por la gracia, hizo a Saulo pasar de demonio a ángel. (...) Durante el tiempo que Pablo estuvo caído en el suelo, contrito de sus pecados, todo renovado con la gracia justificante y otros dones infusos, fue iluminado y preparado en sus potencias interiores como convenía (...) Reconoció el incomparable beneficio de su justificación, la oración que San Esteban hizo por él y mucho más la que María Santísima había hecho. Comprendió que, por Ella, ese favor le fue anticipado y, en virtud de Sus méritos después de los de Cristo, le fue preparado en la aceptación divina. Desde ese momento quedó agradecido y con íntimo afecto de veneración y devoción a la gran Reina del Cielo, cuya dignidad le fue revelada. Siempre la reconoció como su restauradora. (...) Saulo volvió del rapto transformado en San Pablo. Se levantó del suelo, pero le parecía estar ciego, sin poder ver la luz del sol. Lo llevaron a Damasco, a la casa de un conocido, donde, con admiración de todos, permaneció tres días sin comer ni beber, pero en altísima oración. (...) Permaneció algunos días en Damasco, poniéndose en contacto con los discípulos del Señor que allí residían. Postrándose a sus pies les pidió perdón, rogándoles que lo aceptaran como siervo y hermano (...).
No dejemos pasar en silencio las apreensivas reflexiones del nuevo apóstol sobre la piadosa Madre: Si tenía lugar en Su afecto, y qué habría pensado de él cuando era enemigo y perseguidor de Su Hijo Santísimo y de Sus discípulos (...) Los discípulos le hablaban de cuán piadosa y tierna era para los pecadores y necesitados, y con esto aumentaban sus deseos de verla. (...) Finalmente, hablando consigo mismo, dijo: Anímate, hombre vil y pecador, que sin duda te recibirá y perdonará quien rogó por ti, por ser Madre verdadera de Aquel que murió por tu salvación. Ella procederá como Madre de tal Hijo, pues ambos son misericordia y clemencia y no desprecian el corazón contrito y humillado. (...) No eran ocultos a la divina Madre los pensamientos y temores del corazón de Pablo, pues todo conocía con altísima ciencia (...) y con maternal afecto y compasión no quiso que se retrasara tanto el consuelo que San Pablo deseaba. Para enviarlo de Jerusalén, donde Se encontraba, la Señora llamó a uno de sus santos Ángeles y le dijo: “Espíritu celestial y ministro de Mi Hijo y Señor, me compadezco del dolor y la preocupación que San Pablo sufre en su humilde corazón. Os ruego, Mi Ángel, id pronto a Damasco y consoladlo en sus temores. (...) De mi parte le diréis que en todos sus trabajos lo ayudaré como Madre y lo serviré como sierva, así como Soy de todos los apóstoles y ministros que predican el santo nombre y doctrina de Mi Hijo. En Mi Nombre, le daréis la bendición, y decidle que la envío en nombre de Aquel que Se dignó encarnarse en Mis entrañas y alimentarse de Mi leche.” (MCD Tomo IV, n. 254 a 270)

    Ramillete espiritual: Con mi buena Madre, procuraré mover mi corazón a la compasión cada vez que note los defectos de mi prójimo, rogando interiormente por él para que la Virgen le alcance la gracia de enmendarse.

  Oraciones finales para todos los días

    Oh misericordiosísimo Corazón de María, Arca de salvación preservada del naufragio universal de la culpa: Santísima Madre de Jesús y refugio seguro de todos los pecadores, intercede por nosotros y el Señor nos perdonará. Grandes pecadores somos, es verdad; pero por eso necesitamos de una gran misericordia como la vuestra. Vos sois la Madre de la santa esperanza, y por eso esperamos de Vos que nos alcanzaréis del buen Jesús la gracia de una verdadera conversión. ¡Oh dulce Madre y abogada nuestra! Por difícil y desesperada que parezca nuestra causa, no se perderá si Vos la defendéis. Nosotros somos unos hijos delincuentes, pero Vos sois nuestra Madre llena de gracia; nosotros estamos cargados de miserias, pero Vos sobreabundáis en misericordias. ¡Oh Santísima Virgen María! Pedid al Señor perdón para todos los pecadores, tomad a vuestro cargo su pronta reconciliación, para que alcancen la divina gracia y luego la eterna gloria. Por último, os pedimos la perseverancia final para los justos, a fin de que consigamos, por vuestra poderosa mediación, una feliz y santa muerte en el abrazo del Señor y disfrutar luego de Él en vuestra compañía y en la de todos los elegidos por toda la eternidad. Y para más obligar vuestra maternal piedad, os saludamos con toda efusión de nuestros corazones diciéndoos: Dios te salve, Reina, Madre de misericordia...

 

    Pedir con viva Fe y confianza a la Señora la gracia particular que cada uno desea obtener para sí, pidiendo al mismo tiempo por la conversión de los pecadores y en particular de los que fueron recomendados a nuestras oraciones, todo por la mediación y méritos del purísimo Corazón de María. – Se hace una pausa –

    Ahora dirigimos las siguientes preces al misericordiosísimo Corazón de María y se responderá: Rogad, oh Virgen María, por los pobres pecadores.

 

Corazón de María, concebido sin pecado, Rogad, oh Virgen María, por los pobres pecadores.
Corazón de María, lleno de gracia,
Corazón de María, santuario de la Santísima Trinidad,
Corazón de María, Tabernáculo del Verbo Encarnado,
Corazón de María, el más semejante al Corazón de Jesús,
Corazón de María, abismo de humildad,
Corazón de María, modelo de pureza e inocencia,
Corazón de María, holocausto del divino amor,
Corazón de María, Espejo de todas las perfecciones divinas,
Corazón de María, mar de penas y amarguras,
Corazón de María, traspasado con la espada de dolor,
Corazón de María, martirizado en el Calvario,
Corazón de María, triste y desconsolado a los pies de la Cruz,
Corazón de María, Consuelo de los afligidos,
Corazón de María, fortaleza de los tentados,
Corazón de María, escudo y protección de los devotos,
Corazón de María, terror y espanto de los demonios,
Corazón de María, iris de paz entre Dios y los hombres,
Corazón de María, Paraíso de celestiales delicias,
Corazón de María, trono de gloria,
Corazón de María, digno de toda veneración en el cielo y en la tierra,
Corazón de María, asilo seguro y dulce refugio de todos los pecadores, Rogad, oh Virgen María, por los pobres pecadores. (Esta última invocación se repite dos veces más)

 

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santísima Virgen María, Madre de Dios. No desprecies nuestras humildes súplicas en nuestras necesidades, sino líbranos de todos los peligros espirituales y corporales; ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

 

V. María Inmaculada, mansa y humilde de Corazón
R. Haced nuestro corazón semejante al Corazón de Jesús


    Oremos.

    Clementísimo Dios, que para salvación y misericordioso refugio de los pecadores quisiste que la caridad y misericordia del Corazón Inmaculado de la bienaventurada Virgen María fueran las más semejantes a las del Corazón de Su Divino Hijo Jesucristo, conceded, a los que celebramos la memoria de Su dulcísimo Corazón, que por los méritos e intercesión de la Bienaventurada Virgen merezcamos ser hallados según el Corazón de Jesús. Por el mismo Cristo, nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

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