terça-feira, 6 de agosto de 2024

Mes del Corazón Inmaculado de María - Día 31

 

Oración inicial para todos los días

  • Por la señal de la Santa Cruz...

    Dios te salve, oh Purísima Virgen María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Ofrecedle, oh Santísima Madre mía, todos mis pensamientos, palabras y obras; todas las oraciones, súplicas y limosnas, todos los actos de piedad, mortificación y caridad que haré en toda mi vida y particularmente en este día. Alcánzame la gracia de hacer todo con tal pureza de intención y deseo de agradar a Dios, nuestro Señor, que me atraiga Su santa bendición. Todo lo consagro a tu Corazón Inmaculado, suplicándote que me alcances la gracia de que adore con él a la Santísima Trinidad y al Divino Corazón de Jesús, y al mismo tiempo, implore por él la gracia de mi conversión y la de todos los pecadores; oh Santísima Virgen María, ¡mi buena Madre! Guárdame siempre de toda culpa y ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte; y acógenos en tu maternal Corazón, y no nos sueltes de tu mano hasta introducirnos en la Patria celestial, donde podamos disfrutar de la vista del Señor y de tu compañía por toda la eternidad. Amén.

 

    Oh Inmaculada Virgen María, concebida sin pecado, acudimos a ti para que supliques al Eterno Padre que nos conceda el perdón de todos nuestros pecados. Dios te salve, María... Gloria al Padre...

 

    Oh Purísima Virgen María, concebida sin pecado, ¡afectuosamente te suplicamos que alcances de tu Divino Hijo Jesús la pronta conversión de todos los pecadores! Dios te salve, María... Gloria al Padre...

 

    Oh Santísima Virgen María, concebida sin pecado, ¡por tu clementísimo Corazón, pide al Espíritu Santo que nos inflame en Su divino Amor, para que todos perseveremos en la gracia del Señor hasta la muerte! Amén. Dios te salve, María... Gloria al Padre...

 
 Día 31
Corazón de María, elevado al Cielo

    El glorioso tránsito de la Virgen – “Su Santísimo Hijo le dio la bendición y en presencia de la comitiva celestial le dijo estas palabras: ‘Mi Madre queridísima, a quien elegí para mi morada, ha llegado la hora en que pasarás de la vida mortal y del mundo a la gloria de Mi Padre y la Mía, donde te está preparado a Mi derecha el lugar que gozarás por toda la eternidad. Así como te hice entrar en el mundo libre de culpa, también al salir de él, la muerte no tiene licencia ni derecho para tocarte. Si no deseas pasar por ella, ven conmigo y recibirás la gloria que has merecido.’ La prudente Madre se postró ante Su Hijo y con alegre semblante respondió: ‘Mi Hijo y Señor, te ruego que tu Madre y servidora entre en la vida eterna por la puerta común de la muerte natural, como los demás hijos de Adán. Tú, mi verdadero Dios, padeciste sin obligación de morir; es justo que, habiendo procurado seguirte en la vida, también te acompañe en la muerte.’ Cristo nuestro Salvador aprobó el sacrificio y deseo de Su Santísima Madre y dijo que se cumpliera lo que Ella deseaba. Los Ángeles comenzaron a cantar con celestial armonía algunos versos de los cánticos de Salomón y otros nuevos. (...) Cuando los Ángeles empezaron la música, María Santísima se reclinó en el lecho, la túnica le quedó como unida al cuerpo, las manos juntas, la mirada fija en Su Santísimo Hijo y toda abrasada en la llama de Su divino amor. Cuando los Ángeles llegaron a esos versos del capítulo II de los Cánticos: ‘Levántate, apresúrate, amiga mía, paloma mía, hermosa mía y ven, que el invierno ya pasó...’, Ella pronunció aquellas palabras de Su Hijo en la Cruz: ‘En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.’ Cerró los ojos vírgenes y expiró. La enfermedad que le quitó la vida fue el amor, sin ningún otro achaque o accidente. El poder divino suspendió la acción milagrosa con la que conservaba las fuerzas naturales, para no consumirse en el ardor sensible que le causaba el fuego del amor divino. Al cesar este milagro, el amor produjo su efecto, consumió la humedad radical del corazón y así le faltó la vida. (...)”

    Su asunción, al tercer día después de Su glorioso tránsito – “Al imperio de Cristo, el alma purísima de la Reina entró en el cuerpo virginal, lo informó y lo resucitó. Le dio nueva vida, inmortal y gloriosa, comunicándole los cuatro dones de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza, correspondientes a la gloria del alma, de la cual se deriva la de los cuerpos. Con estos dones gloriosos, María Santísima salió del sepulcro, sin remover la piedra que lo cerraba. (...) Basta decir que, así como la divina Madre dio a Su Santísimo Hijo la forma de Hombre en Su virginal lecho, pura, limpia, sin mancha e impecable para redimir el mundo: así, en paga de esta dádiva, el mismo Señor le dio, en esta resurrección y nueva generación, otra gloria y hermosura semejante a la Suya. (...) Pronto se formó la solemnísima procesión que, del sepulcro por la región del aire, al son de música celestial, ascendió al Cielo empíreo. (...) La procesión de los Ángeles y Santos entró en el Cielo. Al final de ella, venía Cristo nuestro Salvador teniendo a la derecha a la Reina vestida de oro, como dice David, y tan hermosa, que fue la admiración de la corte celestial. Todos se volvieron para contemplarla y bendecirla con jubilosos cánticos de alabanza. (...) Con esta gloria llegó María Santísima en cuerpo y alma al trono real de la Santísima Trinidad, donde fue recibida por las tres divinas Personas en abrazo indisoluble. El Eterno Padre le dijo: ‘Sube más alto que todas las criaturas, mi elegida, mi hija y mi paloma.’ El Verbo Encarnado: ‘Mi Madre, de quien recibí la naturaleza humana y el retorno de Mis obras que imitaste perfectamente, recibe ahora de Mi mano la recompensa que mereciste.’ El Espíritu Santo: ‘Mi amantísima Esposa, entra en el gozo eterno correspondiente a tu fidelísimo amor, y goza sin temores, pues ya pasó el invierno del padecer y has llegado a la posesión eterna de nuestros abrazos.’ Allí quedó María Santísima absorta entre las divinas Personas, inmersa en aquel océano interminable y abismal de la Divinidad, mientras los Santos se llenaban de admiración y nuevo gozo accidental.”

    La Coronación de la Virgen por la Santísima Trinidad – “La Persona del Eterno Padre, como primer principio de todo, dijo a los Ángeles y santos: ‘Nuestra hija María fue elegida y reservada por nuestra voluntad eterna entre todas las criaturas, la primera para nuestras delicias, y nunca degeneró del título de hija que le dimos, en nuestra mente divina. Tiene derecho a nuestro reino, por el cual debe ser reconocida y coronada como legítima Señora y singular Reina.’ El Verbo Encarnado añadió: ‘A Mi Madre verdadera y natural le pertenecen todas las criaturas que Yo he creado y redimido, y de todo lo que Soy Rey, debe ser Ella legítima y suprema Reina.’ El Espíritu Santo prosiguió: ‘Por el título de Esposa Mía, única y elegida, a quien fielmente correspondió, también se le debe la corona de Reina por toda la eternidad.’ Dichas estas razones, las Tres Divinas Personas pusieron en la cabeza de María Santísima una corona de gloria de tan singular precio y esplendor, cual no se vio antes, ni se verá después en pura criatura.” (MCD Tomo IV, n. 739 a 778)

    Ramillete espiritual: Quiero vivir todos mis días bien unido a mi Santísima Madre y, en el momento de la muerte, Ella me amparará, luego me presentará a la Santísima Trinidad como Su hijo querido, y así no temeré ser rechazado.

  Oraciones finales para todos los días

    Oh misericordiosísimo Corazón de María, Arca de salvación preservada del naufragio universal de la culpa: Santísima Madre de Jesús y refugio seguro de todos los pecadores, intercede por nosotros y el Señor nos perdonará. Grandes pecadores somos, es verdad; pero por eso necesitamos de una gran misericordia como la vuestra. Vos sois la Madre de la santa esperanza, y por eso esperamos de Vos que nos alcanzaréis del buen Jesús la gracia de una verdadera conversión. ¡Oh dulce Madre y abogada nuestra! Por difícil y desesperada que parezca nuestra causa, no se perderá si Vos la defendéis. Nosotros somos unos hijos delincuentes, pero Vos sois nuestra Madre llena de gracia; nosotros estamos cargados de miserias, pero Vos sobreabundáis en misericordias. ¡Oh Santísima Virgen María! Pedid al Señor perdón para todos los pecadores, tomad a vuestro cargo su pronta reconciliación, para que alcancen la divina gracia y luego la eterna gloria. Por último, os pedimos la perseverancia final para los justos, a fin de que consigamos, por vuestra poderosa mediación, una feliz y santa muerte en el abrazo del Señor y disfrutar luego de Él en vuestra compañía y en la de todos los elegidos por toda la eternidad. Y para más obligar vuestra maternal piedad, os saludamos con toda efusión de nuestros corazones diciéndoos: Dios te salve, Reina, Madre de misericordia...

 

    Pedir con viva Fe y confianza a la Señora la gracia particular que cada uno desea obtener para sí, pidiendo al mismo tiempo por la conversión de los pecadores y en particular de los que fueron recomendados a nuestras oraciones, todo por la mediación y méritos del purísimo Corazón de María. – Se hace una pausa –

    Ahora dirigimos las siguientes preces al misericordiosísimo Corazón de María y se responderá: Rogad, oh Virgen María, por los pobres pecadores.

 

Corazón de María, concebido sin pecado, Rogad, oh Virgen María, por los pobres pecadores.
Corazón de María, lleno de gracia,
Corazón de María, santuario de la Santísima Trinidad,
Corazón de María, Tabernáculo del Verbo Encarnado,
Corazón de María, el más semejante al Corazón de Jesús,
Corazón de María, abismo de humildad,
Corazón de María, modelo de pureza e inocencia,
Corazón de María, holocausto del divino amor,
Corazón de María, Espejo de todas las perfecciones divinas,
Corazón de María, mar de penas y amarguras,
Corazón de María, traspasado con la espada de dolor,
Corazón de María, martirizado en el Calvario,
Corazón de María, triste y desconsolado a los pies de la Cruz,
Corazón de María, Consuelo de los afligidos,
Corazón de María, fortaleza de los tentados,
Corazón de María, escudo y protección de los devotos,
Corazón de María, terror y espanto de los demonios,
Corazón de María, iris de paz entre Dios y los hombres,
Corazón de María, Paraíso de celestiales delicias,
Corazón de María, trono de gloria,
Corazón de María, digno de toda veneración en el cielo y en la tierra,
Corazón de María, asilo seguro y dulce refugio de todos los pecadores, Rogad, oh Virgen María, por los pobres pecadores. (Esta última invocación se repite dos veces más)

 

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santísima Virgen María, Madre de Dios. No desprecies nuestras humildes súplicas en nuestras necesidades, sino líbranos de todos los peligros espirituales y corporales; ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

 

V. María Inmaculada, mansa y humilde de Corazón
R. Haced nuestro corazón semejante al Corazón de Jesús


    Oremos.

    Clementísimo Dios, que para salvación y misericordioso refugio de los pecadores quisiste que la caridad y misericordia del Corazón Inmaculado de la bienaventurada Virgen María fueran las más semejantes a las del Corazón de Su Divino Hijo Jesucristo, conceded, a los que celebramos la memoria de Su dulcísimo Corazón, que por los méritos e intercesión de la Bienaventurada Virgen merezcamos ser hallados según el Corazón de Jesús. Por el mismo Cristo, nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

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